Como toda Palabra de Dios, los Evangelios de cada domingo merecen leerlos una y otra vez; leerlos en un momento de quietud y tranquilidad, buscando en medio de todo la presencia del Espíritu Santo para que nos lleve a la enseñanza principal, la misma que debemos aplicar en nuestras vidas. Les animo a leer la palabra de Dios con esperanza, con quietud, con un corazón dispuesto a recibir la presencia de Dios, dejando de lado toda distracción, inquietud y preocupación, buscando en ese momento especial la paz de Dios.
Leamos entonces ahora el evangelio de San Lucas, capítulo 3, versículos del 15 al 16 y luego leemos del 21 al 22, hazlo por lo menos dos veces antes de continuar leyendo esta reflexión; hazlo ahora, busca tu Biblia, tómate tu tiempo.
El primer detalle que encontramos en éste evangelio es que la gente pensaba que Juan el Bautista podría ser el Cristo, seguramente veían en él a alguien especial, diferente, un hombre humilde que animaba al arrepentimiento, un hombre que decía palabras llenas de verdad...
Si la gente podía ver en Juan el Bautista a Cristo; la primera enseñanza para nosotros hoy, es que los demás también pueden ver en cada uno de nosotros al Señor, nosotros debemos ser como Juan el Bautista: Diferentes, humildes, con la verdad y la valentía por encima de todo. Debemos animar a todos al arrepentimiento sincero, anunciar a los demás que el reino de Dios está cerca y al alcance de quienes lo deseen de corazón; sólo así la gente podrá ver y sentir nuestra cristiandad. Seamos entonces los Juanes Bautistas de éste tiempo.
La segunda cosa que podemos destacar en este dulce evangelio está en el versículo 16. Juan el Bautista aclara que aunque él los bautizaba con agua, lavando sólo su exterior, Cristo los puede bautizar con el Espíritu Santo y con fuego, lavando el interior, limpiando los corazones y hasta lo más profundo del ser. Qué bueno es recordar el gran poder de Dios que lava y purifica los corazones arrepentidos y dispuestos; dejemos que Cristo actúe así en nuestras vidas, que nos bautice cada día con la unción de su Santo Espíritu.
En el versículo 21 vemos que nuestro Señor, Santo y limpio, sin pecado alguno, sin nada de que arrepentirse, se acerca en medio de "todos" para ser bautizado por Juan. Aquí nuestro Señor, primero nos da un ejemplo de obediencia y de humildad, alguien siendo puro se acercó para ser lavado... nosotros imperfectos, pecadores, debemos hacer lo mismo, acercarnos a Dios para buscar la purificación de nuestras almas, de nuestras vidas... En segundo lugar vemos que Cristo se acercó para ser bautizado en medio de toda la gente, como uno más entre todos. Esto nos recuerda que el Señor siempre está y estará cerca de las personas que buscan de corazón ser limpios, ser santificados de sus imperfecciones. Tengamos la confianza absoluta de que Cristo está ahora muy cerca de nosotros y de todos los que amamos.
El último detalle que llama mucho mi atención es que cuando Nuestro Señor se bautizaba, ocurrieron dos cosas muy lindas: Nuestro Señor oraba, se dirigía al Padre, buscaba un momento con Él en medio de su obediencia y entrega por todos nosotros y quizá lo más emocionante es que mientras oraba, se abrió el cielo. Es interesante imaginar los cielos abiertos, libres, sin impedimento alguno para relacionarnos con Dios, como si nada interfiriese entre el Hijo y el Padre. Este detalle me hace pensar que los días nublados y grises me hace recordar el pecado que no nos permite contemplar el cielo, tenerlo abierto para que nuestras plegarias y oraciones lleguen limpiamente a Dios.
Cuando nosotros obedecemos y actuamos como Dios manda el cielo también se abre para nosotros, podemos contemplar la gloria de Dios en toda su hermosura, podemos recibir de Él su maravilloso Espíritu Santo y escuchar su voz dulce, paternal y amorosa que nos dirá también:
"Tú eres mi hijo, mi hija amada, estoy muy complacido contigo".
Que hoy y siempre, en todo lo que hagamos podamos escuchar la voz de Dios desde el cielo que se complace con nosotros, que nos dice que somos sus hijos, que nos ama y que jamás nos abandonará. Que el bautismo del Señor traiga para nuestras vidas una gran enseñanza.
Un abrazo a todos ustedes, la paz de Dios los guarde.
OREMOS
Señor, abre nuestros labios.
Y nuestra boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Aleluya!
Y nuestra boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Aleluya!
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Porque tuyo es el reino,
tuyo es el poder,
y tuya es la gloria,
ahora y por siempre. Amén.
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Porque tuyo es el reino,
tuyo es el poder,
y tuya es la gloria,
ahora y por siempre. Amén.
Padre celestial, que en el bautismo de nuestro Señor Jesucristo en el Río Jordán, le proclamaste tu Hijo amado y le ungiste con el Espíritu Santo: Concede que todos los que son bautizados en su Nombre, guarden el pacto que han hecho, y valerosamente le confiesen como Señor y Salvador; quien contigo y el Espíritu Santo vive y reina, un solo Dios, en gloria eterna. Amén.
Que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos ustedes hoy y siempre.+ Amén.
Con amor
+Juan Carlos Revilla
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