lunes, 7 de enero de 2019

6 de enero: Epifanía San Mateo 2:1-12

REFLEXIÓN
Según la versión de la Biblia "NVI" o "Dios habla hoy", dice que unos sabios llegaron a Jerusalén desde oriente buscando al niño Jesús que ha nacido en Belén, ellos preguntaban: "¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos?".
Hasta aquí hay dos cosas que nos animan a reflexionar, meditar y tomar como ejemplo para poder aplicar a nuestras vidas.
Primero, llama la atención que hombres de lugares lejanos busquen a Jesús para adorarlo, para reconocerlo como rey y salvador, sin embargo aquellos que viven cerca de Belén o sus alrededores no se inquietan por ver al niño santo recién nacido. A veces ocurre así en la vida nuestra;  muchas veces tenemos la oportunidad de ir a Jesús, de ir a le Iglesia, de reunirnos para orar o alabar al Señor, tenemos cercana la oportunidad y no vamos, sabemos que podemos estar en su presencia, pero no nos acercamos... en la historia del evangelio de hoy cuánto habrían viajado esos hombres guiados por una luz maravillosa hasta que al fin lograron llegar ante Jesús. Nosotros no tenemos que viajar a lugares lejanos para encontrarnos con Cristo, para sentir su presencia y adorarlo juntos.
Segunda cosa, si alguien busca a Jesús con las mismas ansias que lo buscaron aquellos viajeros, merece ser llamado "sabio", es de sabios buscar a Jesús para estar en su presencia, para adorarlo, para pedirle y para ofrecerle nuestra vida entera.
Al continuar leyendo el evangelio, encontramos que Herodes se turbó por la noticia del nacimiento de Jesús y dijo una mentira a éstos sabios: "Vayan e infórmense bien de ese niño y, tan pronto como lo encuentren, avísenme para yo también vaya y lo adore". Sabemos que la intención de Herodes no es lo que sus palabras dicen, él quería hacer todo lo contrario, quería deshacerse del niño, pretendía ir contra los planes de Dios; sus palabras decían cosas buenas, pero sus actitudes decían todo lo contrario. En este aspecto cuántos habrán en el mundo que dicen adorar a Dios, pero con sus actitudes demuestran lo contrario; cuánta gente habrá que dice ser cristiana, pero olvida los mandamientos de la ley divina; cuántos rezarán en el "Padre Nuestro" esas palabras que dicen "Hágase tu voluntad en el cielo y en la Tierra" pero no asisten a la Iglesia, no participan de la Santa Eucaristía, no escuchan la Palabra de Dios... Igual que Herodes, dicen que quieren adorar a Cristo, pero se alejan de Él, rechazan la invitación d estar en su Santa y buena presencia.

En la bonita historia del evangelio de hoy, éstos sabios le dieron tres obsequios a Jesús, tres obsequios con profundo significado: Oro, que representa la realeza, que lo reconoce como rey de todo y de todos. Incienso, que simboliza la oración que se eleva al cielo por Él. Mirra, que recuerda el sacrificio maravilloso que Él hizo por todos.
Éstos tres regalos nosotros también podemos darle al Señor, hagamos como los sabios, primero arrodillémonos y postrémonos delante del Señor con toda humildad, luego entrégale tu vida como un tesoro, dale tu oración como incienso y por último reconoce su amoroso sacrificio; Cristo merece todo eso y más de nosotros.

Finalmente en el último versículo podemos leer que los sabios regresaron a su tierra por otro camino, diferente al que andaron para encontrar al Señor; ésta es una buena enseñanza. Toda persona después de encontrarse con Jesús, no caminará igual, sus caminos serán distintos, serán mejores, llenos de paz y de quietud en su corazón. Toda persona que se encuentre con Jesús dejará los caminos malos y andará por sendas derechas y buenas.

Vivamos cada día nuestra propia Epifanía, busquemos a Jesús constantemente postrémonos en su presencia y demósle lo mejor de nosotros y de los nuestros para tener una vida plena y bendecida.
Un abrazo

OREMOS
Oh Dios, que por la guía de una estrella manifestaste tu único Hijo a los pueblos de la tierra: Guía a tu presencia a los que ahora te conocemos por fe, para que veamos tu gloria cara a cara; mediante Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.

Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre. Amén.




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