El evangelio de hoy nos presenta una gran historia de fe; el encuentro de Bartimeo, hombre que vivía en la oscuridad, que sólo podía imaginar cómo sería el mundo porque era ciego y su única forma de sobrevivir era de la caridad de los demás, hasta que se encontró con nuestro bendito Señor.
Bartimeo estaba, como era su costumbre, sentado junto al camino y al oír que Jesús venía se puso a gritar: "¡Jesús, ten compasión de mí!", la gente trataba de hacerlo callar, pero él no se callaba, gritaba aún más fuerte, pedía la compasión del Señor con más fuerza. Seguramente Bartimeo, aunque era ciego, pudo escuchar del poder de Jesús, de sus milagros, de su bondad y de su misericordia; seguramente cuando lo tuvo cerca, puso toda su esperanza en Él, y levantó la voz.
En éste tiempo, todos nosotros también sabemos del gran poder de nuestro buen Señor, sabemos que es maravilloso y lleno de misericordia y desde el fondo de nuestro corazón queremos levantar la voz, necesitamos hablar con Él, estar en su presencia mediante la oración... pero algo nos lo impide, como a Bartimeo, nos quieren callar, alejar del Señor, sacarnos del camino. No permitamos que nos separen del Señor, que nos hagan callar, levantemos la voz para decirle a Cristo nuestro Señor las mismas palabras de Bartimeo: "¡Jesús, ten compasión de mí!"
Que esta semana y todos los días de nuestra vida recordemos que Jesús siempre está cerca de nosotros, recordemos que mediante la oración sincera y de fe, podemos contarle las necesidades de nuestro corazón, nuestros anhelos y preocupaciones. En la historia del evangelio, vemos que nuestro Señor escuchó el clamor de Bartimeo y cuando éste estuvo en su presencia, Cristo le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". El Señor ya sabía el deseo de Bartimeo, pero quería escucharlo de él, quería oír de sus labios y de su corazón su necesidad; lo mismo pasa hoy, Dios conoce nuestras necesidades, pero Él quiere oírlas de nuestros labios, Él quiere escuchar nuestra oración, quiere oírnos, somos sus hijos y nos ama, y como buen Padre se complace en escucharnos y en amarnos.
Que nada nos impida levantar la voz al Señor para pedirle su amor, para darle gracias, que busquemos oportunidades para decirle a Cristo nuestro buen Señor "Ten compasión de mí".
Un abrazo sincero a todos ustedes
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OREMOS
Señor, abre nuestros labios.
Y nuestra boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Aleluya!
Y nuestra boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Aleluya!
Todopoderoso y eterno Dios, aumenta en nosotros tus dones de fe, esperanza y amor; y para que obtengamos tus promesas, haz que amemos lo que mandas; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amen.
Dios todopoderoso, que nos diste la gracia para unirnos en este momento, a fin de ofrecerte nuestras súplicas en común; y que, por tu muy amado Hijo, nos prometiste que, cuando dos o tres se congregan en su Nombre, tú estarás en medio de ellos: Realiza ahora, Señor, nuestros deseos y peticiones como mejor nos convenga; y concédenos en este mundo el conocimiento de tu verdad y en el venidero, la vida eterna. Amén.
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre.+ Amén.
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre.+ Amén.