domingo, 30 de septiembre de 2018

Domingo 30 de setiembre San Marcos 9:38-48

REFLEXIÓN
El nombre de nuestro Señor tiene poder y por medio de él con profunda fe podemos lograr cosas increíbles y bondadosas. Actuar en el nombre del Señor es una buena y sabia acción en favor de cuantos necesiten de la bondad de Dios; en el evangelio de hoy  los discípulos del Señor le informan de alguien que en el nombre de Jesús hacía cosas buenas, sin embargo ellos quisieron impedirlo, quisieron impedir la obra buena en favor de los demás; nuestro Señor Jesús dijo bien claro: "No se lo impidan", luego explicó que nadie que haga cosas buenas a otros en su nombre, puede estar en contra del Hijo de Dios. No debemos ser obstáculo de aquellos que buscan el bien de los demás, de aquellos que muestran misericordia en favor de los demás, de aquellos que tomando el nombre de Cristo muestren compasión por los demás.
La recompensa de Dios para quienes practican la bondad se manifiesta de diferentes formas, Jesús nos dice en su evangelio  que "cualquiera que nos dé un vaso de agua en su nombre, no perderá su recompensa. Recibamos  con gratitud todos los gestos de amor, ellos siempre vienen de un corazón tocado por Dios, de un corazón bondadoso que busca servir a los demás; reconozcamos las obras buenas que se hacen en el nombre del Señor y rechacemos toda obra que está lejos de la bondad y la misericordia. Imitemos siempre al Señor en todo momento alejándonos del pecado y sacando de nosotros, de nuestros corazones todo aquello que nos hace pecar.
Que el Señor permita reconocer  verdaderamente a las personas que actúan en su nombre, que podamos verlas como hijos de Dios, como hermanos nuestros, que podamos orar por ellos y sus corazones dispuestos para la bondad.

OREMOS
Oh Dios, tú nos alegras con el recuerdo semanal de la gloriosa resurrección de tu Hijo nuestro Señor: Concédenos tal bendición en este día, mediante nuestra adoración, que ocupemos todos los días de esta semana en tu favor; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oh Dios, Rey eterno, que con tu luz separas el día de la noche, y transformas en claridad la sombra de muerte: Arroja de nosotros todo mal deseo, inclina nuestro corazón a guardar tu ley, y guía nuestros pasos por el sendero de la paz; para que, al hacer con gusto tu voluntad durante el día, nos alegre darte gracias cuando llegue la noche; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre. Amén.

Un abrazo


domingo, 23 de septiembre de 2018

Domingo 23 de setiembre San Marcos 9:30-37

REFLEXIÓN
En el evangelio de hoy, en primer lugar, nuestro Señor recuerda a sus discípulos el sacrificio de si mismo para la salvación de todos, recuerda también también que en ese sacrificio Él será victorioso, vencerá la muerte y el pecado con su poder de amor por toda la humanidad (versículo 31-b); mientras Jesús les explicaba éste sacrificio, los discípulos no entendieron esa entrega tan grande, esa entrega de amor y de bondad.
Mucha gente, aún en nuestros días no ha logrado comprender el inmenso sacrificio de Cristo por todos los hombres y mujeres del mundo, Él dio su vida por nosotros, eso debemos no sólo comprenderlo, sino también recordarlo y valorarlo siempre; así seremos agradecidos cada día por tanto amor.

La segunda gran enseñanza de nuestro Señor está en la grandeza del servicio, de darse por los demás; hoy en día hay personas que buscan ser grandes o importantes  mediante la fama, buscan destacar llenándose de orgullo; no les gusta ser opacados por otros, creen que sus cargos o responsabilidades son para estar por encima del prójimo, muchas veces abusan de ese "poder" que no los dignifica, por el contrario, los disminuye. Sin darse cuenta lastiman, hieren, dividen y dañan sin remordimiento.
Para nuestro Señor, la grandeza de los hombres está en el verdadero servicio, está en velar primero por los demás antes que en uno mismo; la grandeza de los hombres está en hacerse servidor de TODOS, no servidores de nosotros mismos. 

En tercer lugar, nuestro buen Señor, nos muestra la inocencia y la pureza de un niño; nos enseña a recibir esa pureza, no sólo en nuestros brazos, sino también en nuestras vidas, debemos ser como niños: limpios, puros, sinceros, veraces y sobre todo libres de pecado.

Busquemos guardar el evangelio en nuestro corazón, recordando con esperanza que la justicia de Dios llegará tarde o temprano sobre TODOS nosotros, nadie será excluido del juicio, el Señor conoce lo más íntimo de nuestros pensamientos y sentimientos, así lo demostró con sus discípulos en el versículo 33, Él sabe lo que pensamos y hacemos, nada le podemos ocultar. Seamos pues como Él quiere, valoremos su sacrificio y busquemos servir a los demás antes que servirnos a nosotros mismos. 
Dios nos bendiga

OREMOS
Oh Dios, Rey eterno, que con tu luz separas el día de la noche, y transformas en claridad la sombra de muerte: Arroja de nosotros todo mal deseo, inclina nuestro corazón a guardar tu ley, y guía nuestros pasos por el sendero de la paz; para que, al hacer con gusto tu voluntad durante el día, nos alegre darte gracias cuando llegue la noche; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre. Amén. 



domingo, 16 de septiembre de 2018

Domingo 16 de setiembre San Marcos 8:27-35

REFLEXIÓN
Cada día andamos por diferentes lugares, quizá nos encontramos con personas que no hemos visto en mucho tiempo, a veces vivimos situaciones nuevas e inesperadas, extrañamos, anhelamos, resolvemos problemas cotidianos, ayudamos a la familia... los días se nos pasan y vamos por los caminos de la vida sin recordar muchas veces que nuestro Señor permanece a nuestro lado, muy cercano a nosotros, cuidándonos y protegiéndonos de todo peligro; vale la pena tener un tiempo con Dios, conversarle en esos momentos en que creemos estar solos, en esos momentos en los que su Espíritu Santo está con nosotros (Salmo 139:7-8)

Cuenta el evangelio de hoy que mientras los discípulos iban por el camino junto a nuestro Señor, Él conversando con ellos, les preguntó: "¿Quién dicen ustedes que soy yo?" 
Una pregunta muy bella si viene de Cristo, si sale de los labios de nuestro Señor. Yo deseo de todo corazón que en algún momento de nuestras vidas, en nuestro caminar diario (quizá mientras vamos camino al trabajo, a estudiar, cuando estemos en el bus o caminando solos por algún lugar) Jesús nuestro buen Señor nos hable y nos haga esa misma pregunta: "¿Quién soy Yo para ti?" Espero que la respuesta salga de lo más profundo de nuestros corazones y que podamos decirle sincera y sentidamente lo que Él significa para nosotros; pero no debemos esperar su pregunta, debemos decírselo ahora, mientras leemos esta reflexión, debemos decírselo cada día, cada momento y no sólo con palabras, debemos decírselo con acciones de bondad que lo glorifiquen, que lo alaben...
Dile a Cristo Jesús lo que Él representa para ti, para tu familia; lo que Él debe significar para todos. Como nos anima el evangelio de hoy, neguémonos a nosotros mismos, llevemos nuestra cruz y sigamos a Cristo donde quiera llevarnos, como quiera llevarnos, proclamemos su Santo nombre a todas las personas y en toda ocasión, recordando lo que nos dice hoy:
"Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras... también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles" (San Marcos 8:38)

Para terminar,  guardemos hoy éstas palabras en el corazón:"¿De que sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?", en todos nuestros afanes, en todos nuestros logros, en todos los momentos de la vida Cristo está y estará a nuestro lado, que nada nos haga olvidar eso.

Dios nos bendiga
Un abrazo

OREMOS AHORA

Vengan, cantemos alegremente al Señor; 
  aclamemos con júbilo a la Roca que nos salva.
Lleguemos ante su presencia con alabanza, 
 vitoreándole con cánticos;
Porque el Señor es Dios grande, 
  y Rey grande sobre todos los dioses.
En su mano están las profundidades de la tierra, 
  y las alturas de los montes son suyas.
Suyo el mar, pues él lo hizo, 
  y sus manos formaron la tierra seca.
Vengan, adoremos y postrémonos; 
  arrodillémonos delante del Señor nuestro Hacedor;
Porque él es nuestro Dios;
  nosotros el pueblo de su dehesa, y ovejas de su mano. 
¡Ojalá escuchen hoy su voz!

Oh Dios, tú nos alegras con el recuerdo semanal de la gloriosa resurrección de tu Hijo nuestro Señor: Concédenos tal bendición en este día, mediante nuestra adoración, que ocupemos todos los días de esta semana en tu favor; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oh Dios, Rey eterno, que con tu luz separas el día de la noche, y transformas en claridad la sombra de muerte: Arroja de nosotros todo mal deseo, inclina nuestro corazón a guardar tu ley, y guía nuestros pasos por el sendero de la paz; para que, al hacer con gusto tu voluntad durante el día, nos alegre darte gracias cuando llegue la noche; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.

Que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos ustedes hoy y siempre. Amén.



domingo, 9 de septiembre de 2018

Domingo 9 de setiembre San Marcos 7:31-37

REFLEXIÓN
La semana pasada hemos entendido que debemos cuidar nuestro interior, el Señor nos recordó que de adentro  del corazón salen las malas palabras, las malas acciones, los malos pensamientos, los malos sentimientos, la envidia, egoísmo, calumnias y muchas otras cosas malas que dañan a los demás y a veces lastiman a inocentes y a nosotros mismos. Todo lo malo del interior es muy difícil de percibirlo, más aún cuando sabemos fingir o aparentar bondad; pero para Dios no hay nada oculto (leamos un momento San Marcos 4:22 y Gálatas 6:7).
Con mucha bondad y sabiduría nuestro Señor nos pide en Proverbios 4:23
"Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida".

En nosotros está lograr tener un buen corazón, dejarnos llevar sólo por el Señor, evitar herir a los demás y a nosotros mismos. Si acaso nuestras palabras o nuestras acciones lastiman, ofenden, apenan o dañan a los demás debemos considerar acercarnos a Cristo, buscar en Él la sanidad de nuestro interior para así gozar de tiempos de paz y tranquilidad, para así ser buenos y verdaderos cristianos.

En el evangelio de hoy vemos la solidaridad de la gente cuando llevaron al Señor a un hombre que no escuchaba ni hablaba bien, no podía entender y no podía expresarse bien para hacerse entender. A veces nos pasa así en la vida; no escuchamos a los demás o no queremos escuchar a los demás que es lo peor, tampoco hablamos correctamente, a veces decimos palabras que ofenden o lastiman a otros, es como si tuviéramos un enfermedad, un mal en la lengua, pero realmente el mal está en el corazón. Hoy comprendemos que sólo Jesús tiene el poder de sanarnos, Él puede decirnos "Efata", Él puede tocarnos los oídos y la lengua con su Espíritu y hacernos mejores en el hablar y en oír. Él puede sanar nuestro interior para que así demos un buen testimonio ante TODOS, no solamente ante quienes nos conviene; como dice la segunda lectura de hoy, nuestra fe no debe dar lugar a favoritismos, no debemos amar más a unos y despreciar a otros, no sólo con palabras, sino también con nuestras acciones.

El Señor nos abrirá los ojos para ver con compasión, nos destapará los oídos para oír con compasión, vendrá a darnos salvación (Isaías 35:4-5)

Que la Gracia de nuestro Señor nos cubra y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo nos bendigan hoy y siempre. Amén.

+Juan Carlos Revilla

OREMOS
Oh Dios, tú nos alegras con el recuerdo semanal de la gloriosa resurrección de tu Hijo nuestro Señor: Concédenos tal bendición en este día, mediante nuestra adoración, que ocupemos todos los días de esta semana en tu favor; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oh Dios, Rey eterno, que con tu luz separas el día de la noche, y transformas en claridad la sombra de muerte: Arroja de nosotros todo mal deseo, inclina nuestro corazón a guardar tu ley, y guía nuestros pasos por el sendero de la paz; para que, al hacer con gusto tu voluntad durante el día, nos alegre darte gracias cuando llegue la noche; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Dios todopoderoso, que nos diste la gracia para unirnos en este momento, a fin de ofrecerte nuestras súplicas en común; y que, por tu muy amado Hijo, nos prometiste que, cuando dos o tres se congregan en su Nombre, tú estarás en medio de ellos: Realiza ahora, Señor, nuestros deseos y peticiones como mejor nos convenga; y concédenos en este mundo el conocimiento de tu verdad y en el venidero, la vida eterna. Amén.

Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre. Amén.


domingo, 2 de septiembre de 2018

Domingo 2 de setiembre San Marcos 7:1-8, 14-15, 21-23

REFLEXIÓN
Amar a alguien sólo con palabras no es un verdadero amor, si amamos así nunca habrán  sentimientos correctos y sinceros; no se puede amar de esa manera, no se debe amar así: Eso no es amor. Lamentablemente hay personas que con sus palabras dicen muchas cosas que suenan correctas, bonitas, amorosas; pero que están lejos de la sinceridad, sus actitudes demuestran  lo contrario. 
Nuestro Señor nos recuerda en el evangelio de ésta semana que existen personas así:

"Este pueblo me honra con los labios; pero su corazón está lejos de mí. En vano me adorar..."
                                                                                                                                                                         Mateo 7:6

No sirve para nada amar a nuestro prójimo solamente con palabras, menos a Dios quien se merece un amor sincero, honesto y limpio; un amor lejos de la mentira, del engaño y de la hipocresía. El amor debe ser bondadoso, paciente, sin orgullo, sin enojos, sin egoísmos, sin envidia, sin rencores, debe disculparlo TODO, soportarlo todo (1 Corintios 13:4-7).

Debemos amar como Dios quiere que amemos, no debemos amar según nuestro criterio o según las tradiciones o costumbres humanas; como dice la escritura, no debemos desechar los mandamientos divinos y dejarnos llevar por lo que dicen los demás (versículo 8). Todas nuestras acciones deben salir de un corazón sincero, limpio, puro. Cristo nos pide entender eso:

"Nada de lo viene de afuera puede contaminar a una persona. Más bien, lo que sale de la persona es lo que la contamina. Porque de adentro, del corazón humano salen los malos pensamientos..."

Cuidemos entonces nuestro corazón, nuestros sentimientos. Depuremos todo lo malo que pueda llevarnos a la hipocresía, al daño de los demás. Actuemos siempre, en todo momento y circunstancia conforme a lo que Dios manda, mentimos al decir que amamos a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano a quien sí vemos, no pongamos nuestros criterios humanos imperfectos sobre los criterios de Dios. Así evitaremos lastimar, herir, dañar, dividir, menguar. 

Que todo lo que digamos sea bueno, correcto, bondadoso, sincero; pero que vaya en armonía con lo que hacemos. No olvidemos que nuestras palabras hablan, pero que nuestras actitudes gritan. Decimos mucho más con acciones que con palabras.

Como dice Santiago 1:21, despojémonos de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, no disfracemos con palabras bonitas propósitos malos y egoístas, no causemos dolor en el corazón de Dios y de nuestros hermanos.

Hoy la carta de Santiago 1:22 dice claramente:
"No se contenten sólo con escuchar la Palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica".

Que Dios nos bendiga, nos proteja y guarde nuestro corazón de todo mal.

OREMOS
Señor de todo poder y fortaleza, autor y dador de todo bien: Injerta en nuestros corazones el amor a tu Nombre, acrecienta en nosotros la verdadera religión, nútrenos con toda bondad, y produce en nosotros los frutos de buenas obras; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Oh Dios, Rey eterno, que con tu luz separas el día de la noche, y transformas en claridad la sombra de muerte: Arroja de nosotros todo mal deseo, inclina nuestro corazón a guardar tu ley, y guía nuestros pasos por el sendero de la paz; para que, al hacer con gusto tu voluntad durante el día, nos alegre darte gracias cuando llegue la noche; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre. Amén.





ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO.