En el evangelio de hoy, en primer lugar, nuestro Señor recuerda a sus discípulos el sacrificio de si mismo para la salvación de todos, recuerda también también que en ese sacrificio Él será victorioso, vencerá la muerte y el pecado con su poder de amor por toda la humanidad (versículo 31-b); mientras Jesús les explicaba éste sacrificio, los discípulos no entendieron esa entrega tan grande, esa entrega de amor y de bondad.
Mucha gente, aún en nuestros días no ha logrado comprender el inmenso sacrificio de Cristo por todos los hombres y mujeres del mundo, Él dio su vida por nosotros, eso debemos no sólo comprenderlo, sino también recordarlo y valorarlo siempre; así seremos agradecidos cada día por tanto amor.
La segunda gran enseñanza de nuestro Señor está en la grandeza del servicio, de darse por los demás; hoy en día hay personas que buscan ser grandes o importantes mediante la fama, buscan destacar llenándose de orgullo; no les gusta ser opacados por otros, creen que sus cargos o responsabilidades son para estar por encima del prójimo, muchas veces abusan de ese "poder" que no los dignifica, por el contrario, los disminuye. Sin darse cuenta lastiman, hieren, dividen y dañan sin remordimiento.
Para nuestro Señor, la grandeza de los hombres está en el verdadero servicio, está en velar primero por los demás antes que en uno mismo; la grandeza de los hombres está en hacerse servidor de TODOS, no servidores de nosotros mismos.
En tercer lugar, nuestro buen Señor, nos muestra la inocencia y la pureza de un niño; nos enseña a recibir esa pureza, no sólo en nuestros brazos, sino también en nuestras vidas, debemos ser como niños: limpios, puros, sinceros, veraces y sobre todo libres de pecado.
Busquemos guardar el evangelio en nuestro corazón, recordando con esperanza que la justicia de Dios llegará tarde o temprano sobre TODOS nosotros, nadie será excluido del juicio, el Señor conoce lo más íntimo de nuestros pensamientos y sentimientos, así lo demostró con sus discípulos en el versículo 33, Él sabe lo que pensamos y hacemos, nada le podemos ocultar. Seamos pues como Él quiere, valoremos su sacrificio y busquemos servir a los demás antes que servirnos a nosotros mismos.
Dios nos bendiga
OREMOS
Oh Dios, Rey eterno, que con tu luz separas el día de la noche, y transformas en claridad la sombra de muerte: Arroja de nosotros todo mal deseo, inclina nuestro corazón a guardar tu ley, y guía nuestros pasos por el sendero de la paz; para que, al hacer con gusto tu voluntad durante el día, nos alegre darte gracias cuando llegue la noche; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Demos gracias a Dios.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre. Amén.
Gracias por la reflexión.
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