Después de leer detenidamente el evangelio de ésta semana debemos meditar una vez más en las palabras de nuestro Señor Jesucristo que nos dice "Yo soy el Pan de vida. El que a mí viene nunca pasará hambre y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed". La primera cosa que entendemos es que Él es alimento, un alimento que da vida verdadera, plena, eterna; un alimento necesario para todos, un alimento que nutre el alma y fortalece nuestro Espíritu; un alimento que transforma y que nos hace cada vez más semejantes a Él: Verdaderos cristianos. Debemos buscar permanentemente alimentarnos de ese Pan de vida que nutre nuestra fe.
La segunda cosa que nos dice es que debemos ir a Él para alimentarnos, debemos acercarnos para poder alimentarnos, por eso nos dice clara y condicionalmente: El que a mí viene nunca pasará hambre. Cristo provee milagrosamente a sus fieles, Él cumple su palabra en todos aquellos que lo buscan de verdad, pero que lo buscan, no por algún interés, sino porque conocen de su bondad y de su misericordia, y lo buscan de corazón. En el versículo 26 dice que el Señor se dirige a muchos que lo buscan por algún interés, se dirige a aquellos que sólo iban a Él porque comieron hasta llenarse. Nosotros no debemos ser así, no debemos estar cerca del Señor solamente porque sabemos de su poder para la providencia, debemos ir al Señor para servir, para transformar primero nuestras vidas y luego las vidas de los demás con sincero y real testimonio. Tengamos cuidado del cómo y por qué vamos a Jesús.
La tercera cosa que encontramos en éstas expresiones del Señor es que nos pide creer: el que en mí cree... No sólo es reconocerlo como alimento e ir a Él, es creer y el creer tiene que ver con la obediencia de sus palabras y el aprendizaje de sus enseñanzas para luego practicarlas según su voluntad y no la nuestra. Creer es estar dispuestos a hacer según Su Palabra, como María, es estar dispuesto a perdonar hasta setenta veces siete, no juzgar ni separar ante el error. Si estamos fallando frente al Señor, primero debemos reconocer nuestras fallas, debemos trabajar eso en nuestras vidas, debemos trabajar por ese alimento; eso es lo que nos pide nuestro buen Señor: "Trabajen por la comida que permanece para vida eterna" (v-27).
Todo trabajo requiere de esfuerzo, compromiso, entrega y dedicación; eso nos está pidiendo Cristo en su evangelio y eso es lo que debemos hacer cada día para lograr ser verdaderos cristianos, para reconocerlo como el Pan de vida que nos alimenta cada instante, pidámosle cada día con sinceridad ese Pan para nutrir nuestras almas, para crecer en espíritu, para ser buenos cristianos.
Dios nos bendiga
OREMOS
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Porque tuyo es el reino,
tuyo es el poder,
y tuya es la gloria,
ahora y por siempre. Amén.
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Porque tuyo es el reino,
tuyo es el poder,
y tuya es la gloria,
ahora y por siempre. Amén.
Que tu constante misericordia purifique y defienda a tu Iglesia, oh Señor; y, puesto que no puede continuar en seguridad sin tu auxilio, protégela y dirígela siempre por tu bondad; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Oh Dios, Rey eterno, que con tu luz separas el día de la noche, y transformas en claridad la sombra de muerte: Arroja de nosotros todo mal deseo, inclina nuestro corazón a guardar tu ley, y guía nuestros pasos por el sendero de la paz; para que, al hacer con gusto tu voluntad durante el día, nos alegre darte gracias cuando llegue la noche; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos ustedes hoy y siempre + Amén.
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