domingo, 1 de abril de 2018

Domingo de Resurrección San Juan 20:1-18

REFLEXIÓN


¡Aleluya! Cristo ha resucitado
¡Es verdad! El Señor ha resucitado. ¡Aleluya!


Hoy meditamos con alegría  la gran victoria de Jesús sobre la muerte y el pecado, Él ha vencido la oscuridad y ha triunfado la luz; todo lo que representa el mal fue derrotado con su entrega, podemos estar tranquilos y seguros por eso; a nosotros nos toca ahora vivir nuestra Pascua, vencer el pecado y todo lo malo que representa, aferrarnos a la vida verdadera que Dios quiere para nosotros, llena de sinceridad, lejos de la mentira, la hipocresía, el rencor y de toda clase de pecado. 
Seamos nuevos hoy, renovados, alegres y llenos de paz, vivamos para servir al bien con sinceridad, bondad, amor, compasión y misericordia, como nos enseña el Señor, como nos manda su Santa Palabra, no como nosotros queremos hacerlo, hoy es Pascua en nuestras vidas, tiempo de triunfo, no de derrota, tiempo en el que la familia se alegra aún en medio de las pruebas, tiempo en el que debemos admirar a Cristo y su esplendorosa victoria, debemos más que nunca, imitar a Cristo en su bondad.
Vivamos y celebremos nuestra Pascua con nuestras familias y hermanos, con los amigos sinceros, con quien espera de la vida tiempos mejores, vivamos nuestra Pascua sabiendo con la esperanza y confianza de que el Señor será glorificado en nuestras acciones.
Recordemos lo que el Señor nos enseña en Mateo 5:16,

"Hagan brillar su luz delante de todos, 
para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y así
alaben al Padre que está en el cielo".

Dios nos bendiga, felices Pascuas a todos ustedes, especialmente a mis hermanos en la fe.

OREMOS

Señor, abre nuestros labios.
Y nuestra boca proclamará tu alabanza.

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Aleluya!

Dios omnipotente y eterno, en tu tierno amor hacia el género humano, enviaste a tu Hijo nuestro Salvador Jesucristo para asumir nuestra naturaleza, y padecer muerte en la cruz, mostrándonos ejemplo de su gran humildad: Concédenos, en tu misericordia, que caminemos por el sendero de su padecimiento y participemos también en su resurrección; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Oh Dios, autor de la paz y amante de la concordia, conocerte es vida eterna, y servirte, plena libertad: Defiende a estos tus humildes siervos de todos los asaltos de nuestros enemigos; para que, confiados en tu protección, no temamos la fuerza de ningún adversario; por el poder de Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre. Amén. 


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