Nuestro Señor sabía que se le acercaba la hora de volver al Padre y el amor por sus discípulos se manifestaría de una manera muy profunda y especial, leamos juntos el evangelio para que lo meditemos juntos guiados por el Espíritu Santo (busca tu Biblia).
Es claro que todo lo que hizo Jesús, lo hizo por amor a los suyos, por amor a todos nosotros; eso es lo que siempre nos mueve, es lo que debe movernos a hacer las cosas de la manera como las hizo nuestro Señor: Soportó el rechazo de su propio pueblo, la traición de uno de los que Él amó, la negación de Pedro, los insultos, los golpes y hasta la crucifixión. Alguna vez un santo dijo que todos nosotros también debemos pasar por nuestro propio calvario; que Dios nos prepare y dé fuerzas para soportarlo cuando fortalecidos en la fe, nos toque hacerlo; quizá algunos ya lo hemos vivido, lo estamos viviendo, o lo viviremos.
En el evangelio tenemos la ÚLTIMA CENA y por ello la Iglesia celebra y recuerda este día la Institución de la Santa Eucaristía por nuestro Señor, una Eucaristía en la que nos da una gran lección de humildad EN EL LAVADO DE PIES a sus discípulos (debemos aclarar que era costumbre en aquella época que los sirvientes laven los pies a sus señores). Jesús nos mostró así que el Hijo de Dios vino para hacerse siervo, vino para servir y no ser servido, aún teniendo Él tanto poder y Santidad, lo hizo; así nosotros también estamos llamados a servir, pero a servir bien, con alegría, con el gozo de dar limpiamente, con sinceridad y sobre todo llenos de paz y amor por Dios nuestro Padre y por nuestro prójimo (Hay más gozo en dar que en recibir, dijo Cristo - Hechos 20:35) Es un mandamiento del Señor para que nosotros hagamos lo mismo siempre:
"Dichosos serán si lo ponen en práctica" (San Juan 13:17)
Que vivamos siempre con fervor y devoción la Santa Cena y que tengamos siempre un corazón dispuesto a servir a los demás y por supuesto en un lugar en hermandad sincera para hacerlo, un lugar donde no se rechace al hermano, donde las buenas palabras que salen de la boca se reflejen en los buenos actos, sirvamos para así poder llenarnos de la paz que sólo Dios puede dar.
Un abrazo a todos ustedes.
Señor, abre nuestros labios.
Y nuestra boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Aleluya!
Padre todopoderoso, cuyo amado Hijo, en la víspera de su padecimiento, instituyó el Sacramento de su Cuerpo y Sangre: Concédenos, en tu misericordia, que lo recibamos con gratitud como memorial de Jesucristo nuestro Señor, que en estos santos misterios nos da una prenda de la vida eterna; quien vive ahora y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre. Amén.
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