El pecado es como un látigo que golpea el Espíritu del hombre, daña y lastima; nos hace sentir vergüenza hasta de nosotros mismos. Pero cuando el Santo Espíritu de Dios nos toca en medio de nuestro dolor, nos lleva al arrepentimiento, transforma nuestra amargura en esperanza, ese Santo Espíritu sana nuestras heridas y nos lleva al camino de una vida clara y transparente.
No olvidemos que el pecado nos deja desamparados, pero el lamento de nuestras faltas nos lleva a los brazos de la misericordia y del amor que tiene nuestro Señor.
Busquemos la pureza del alma, la tranquilidad del Espíritu, la paz constante de nuestros días; oremos permanentemente para no caer en tentación.
Texto bíblico para hoy:
"Estén alerta y oren para que no caigan en tentación.
El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil"
San Mateo 26:41
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